Al
hilo de la conmemoración del Día del Club que organizaba en fechas pasadas el Club Natación Metropole en las que se conmemoran las Bodas de oro de sus
instalaciones, aquellas que se
inauguraban con aquel brillante e histórico encuentro internacional España-Italia y que ganaba el equipo hispano
por un solo punto, nos parece interesante repasar una vez más la aportación que
ha hecho esta entidad y sobre todo su fundador, Julio Navarro Jaimez, a la
natación canaria, nacional e internacional, al deporte en general y a toda la sociedad canaria.
A Julio Navarro se le atribuye ser el fundador
de la natación canaria cuando, repasando la historia de nuestra natación canaria,
hemos podido comprobar que en aquel año 1934, cuando se crea el Club Natación
Metropole, la natación en Canarias ya
tenía su pequeña historia desde principios del siglo XX, siendo su máximo
representante el Club Natación Canteras,
que presidiera Josefina de la Torre a finales de los años veinte en
aquella zona capitalina que convocaba a los amantes del deporte de agua.
Y es
precisamente allí donde nació para la natación Julio Navarro Jaimez, que al
parecer acudía a la playa por prescripción médica, pero que quedó definitivamente
enganchado a la natación hasta el punto que cuando viaja a Madrid por estudios
descubre el recién constituido Canoe Natación Club y se da cuenta que el futuro
pasa por crear algo parecido en Canarias y ahí surgió la idea del crear un
club.
Una
idea que le rondaba por la cabeza y que se traía de vacaciones a Las Palmas
junto con otros compañeros como Faustino Cordón, dejando embobados a los amigos
playeros que practicaban una natación poco moderna, a tenor de la que,
seguramente, Julio veía y practicaba en el club madrileño en la histórica
piscina madrileña de La Isla.
Julio
Navarro, convenció a sus compañeros playeros para formar un club que pudiera
competir mas allá de nuestras fronteras a imagen y semejanza de los que había
en la Península y así se funda en 1934 el Club Natación Metropole, aunque este
no estaba en Las Canteras, sino en Ciudad Jardín -aunque su origen fuera Triana- pero tenía un poderoso atractivo: una
pequeña piscina de 20 metros, el famoso Lido, donde se les permitió un uso
deportivo en el tiempo libre, que utilizaron con entusiasmo los nadadores
playeros.
La
clave del perfeccionamiento técnico de Julio Navarro tuvo además otro factor
añadido, la presencia en Canarias del famoso nadador de los años 20 en España
el belga Paul Wenziner, que visitaba las islas asesorando y enseñando a los
precoces nadadores locales con un alumno aventajado, el propio Julio Navarro,
que después transmitía a la perfección estas enseñanzas a su compañeros de
playa.
Es
por eso que entendemos que el verdadero mérito de Julio Navarro fue
precisamente el dar a conocer la natación canaria al mundo, dar la oportunidad
para que esa natación local y modesta se asomara al exterior y abriera la
puerta a una historia de leyenda que llevo el nombre de la natación canaria, de
Las Palmas de Gran Canaria y de toda Canarias al exterior, paseándolo por toda
España y por el mundo, llenando páginas brillantes en los anales del deporte
hispano y además contribuiría con su faceta de periodista, informando
minuciosamente de todo lo que concerniera a la natación no sólo local, ya que fue corresponsal de la
revista del Canoe madrileño, “Aguaisol” y además lo hizo en los Juegos
Olímpicos de Berlín del año 1936.
Ese
creemos que fue el verdadero merito de Julio Navarro y por el que ha pasado a
la historia, una historia tristemente truncada por su prematuro fallecimiento.
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